La Primera Guerra Mundial, que comenzó el 28 de julio de 1914 y se prolongó hasta el 11 de noviembre de 1918, dejó muchas víctimas en el camino.

Hubo alrededor de 17 millones de muertes, entre soldados y civiles.

Sin embargo, lo que nadie contaba eran las consecuencias de esta guerra, que no sólo generó una situación de extrema pobreza, sino que también creó un ambiente propicio para la propagación del tifus.

Vendrían a existir más víctimas...

Como ya hemos mencionado, las condiciones que quedaron en Europa tras la Primera Guerra Mundial crearon un ambiente de extrema pobreza, con una red de saneamiento muy precaria y la propagación de ratas por todo el continente.

Este escenario se volvió propicio para el desarrollo del tifus, que se transmite precisamente por las pulgas que pican a estos animales infectados.

Debido a que en ese momento no existían las condiciones sanitarias mínimas, la enfermedad se propagó rápidamente y mató a más de 3 millones de personas.

De hecho, Winston Churchill tuvo tifus, pero sobrevivió a la enfermedad.